Anita Toro tiene una historia de telenovela. Creció en un orfanato. Su papá es alcohólico y su mamá sufre problemas mentales. Un policía le robó la virginidad. Fue prepago. Se casó con un estadounidense y tiene un kilo de silicona en el pecho. Hoy cuenta con veinte años y es la reina en América Latina.
Bastó que cruzara la puerta del hogar infantil elvira baena, donde pasó la mayor parte de su infancia, para que se echara a llorar. Durante casi cincuenta minutos, Anita lagrimeó y sollozó. Aquella casa en la que estuvo internada desde los seis hasta los doce años -una obra de caridad de las Hermanas Dominicas de la Providencia Social Cristiana-, es hoy una limpia pero pobre edificación de ladrillo, sin más recursos que la misericordia de algunos benefactores,ubicada en una ladera del municipio La Estrella, a treinta minutos de Medellín.
La reina del videochat latinoamericano no había puesto un pie allí desde agosto de 2003, cuando escapó un sábado por la tarde. Tal fue su impacto en esta visita (marzo de 2011), que en un acto de reconciliación con su niñez trató de recostarse en la cama donde soñó con estrenar algún día vestidos largos.
Pero literalmente fue imposible gracias a que ahora, con sus 1,78 metros, ya no cabe en ninguno de los veinte diminutos camarotes donde han dormido y duermen un montón de niños que sus padres no pueden sostener.
Dice que no le gusta andar con menos de 500.000 pesos en la billetera, que odia las tarjetas de crédito y que todo, con el billete en efectivo, se resuelve rapidito. Y no hace ejercicio. Es simplemente una gigante voluptuosa.
Tiene 26.000 amigos en Facebook, 7.000 en Twitter y una página de fans con seguidores de todos los puntos cardinales del mundo. "Algo de mi ya es muy famosa en varios puntos del mundo", remata.
Y no cree en nada: "No tengo razón para creer. Si creyera en algo, sería en la naturaleza, pero no en la naturaleza humana. Sólo creo en Anita Toro".